Historia secreta de los cónclaves: las batallas internas de las 10 últimas elecciones de un papa

Lo que pasa en un cónclave no solo es secreto, aunque luego más o menos se acaba sabiendo todo, es que además es muy misterioso. Los votos van fluctuando hasta que acaban confluyendo en un solo nombre, que muchas veces no está entre los favoritos de partida. Además del Espíritu Santo, intervienen factores bastante más terrenales, que suelen repetirse. Para saber cómo funcionan estas peculiares dinámicas, y hacerse una idea de lo que puede pasar a partir de este miércoles en la elección del sucesor de Francisco, es muy útil saber lo que ocurrió en los últimos diez cónclaves, siguiendo las obras de los estudiosos Giancarlo Zizola y Alberto Melloni. Son los del siglo XX hasta la actualidad.

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 Las votaciones para elegir el pontífice tienen su propia dinámica y saber cómo han funcionado en el último siglo da pistas para comprender mejor lo que puede pasar ahora  

Lo que pasa en un cónclave no solo es secreto, aunque luego más o menos se acaba sabiendo todo, es que además es muy misterioso. Los votos van fluctuando hasta que acaban confluyendo en un solo nombre, que muchas veces no está entre los favoritos de partida. Además del Espíritu Santo, intervienen factores bastante más terrenales, que suelen repetirse. Para saber cómo funcionan estas peculiares dinámicas, y hacerse una idea de lo que puede pasar a partir de este miércoles en la elección del sucesor de Francisco, es muy útil saber lo que ocurrió en los últimos diez cónclaves, siguiendo las obras de los estudiosos Giancarlo Zizola y Alberto Melloni. Son los del siglo XX hasta la actualidad.

Anuncio de la elección del papa Pío X desde el balcón de San Pedro.

1903: Pío X

Este cónclave es célebre porque fue la última vez que hubo un veto político de un país extranjero, potestad que hasta entonces tenían los estados católicos más poderosos de Europa. El ministro de Exteriores austrohúngaro mandó un telegrama el mismo día de la muerte de León XIII a su embajador ante la Santa Sede con la orden de ejercer “la exclusiva”, si llegara el caso, contra el cardenal italiano Mariano Rampolla, considerado hostil a sus intereses. El cónclave, que requirió 7 votaciones, empezó con 62 cardenales, y la mayoría de dos tercios era 42. ¿Y quién fue el más votado la primera vez? Rampolla, con 24 votos. Giuseppe Sarto, el que al final ganaría y eligió el nombre de Pío X, solo sacó 5 en el primer escrutinio. La elección luego se bloqueó entre ellos dos, pero los cardenales austriacos, encargados de sacar el comodín del veto si fuera necesario, temían que ganaría Rampolla. El problema es que les daba vergüenza hacer la objeción, pues ya entonces era una cosa anacrónica. Al final el cardenal austriaco Puzyna pidió la palabra y leyó una declaración con el voto, pero en un tono tan bajito que casi nadie le oyó. Tras repetirlo, se armó un gran lío. No parece que influyera en el voto, porque Rampolla había tocado techo. Pero el caso es que Sarto no quería ser papa, tuvieron que convencerlo. Una de las primeras cosas que hizo como papa fue rehacer las reglas del cónclave y abolir el derecho de veto.

Retrato del papa Benedicto XV.

1914: Benedicto XV

Pío X murió el 20 de agosto de 1914, el día en que Alemania invadió Bélgica, inicio de la Primera Guerra Mundial. Este acontecimiento marcó el cónclave: además de que a los 57 cardenales les costó llegar a Roma, la prioridad era elegir un papa que no tuviera ninguna relación con los países en guerra, e Italia en ese momento era neutral. El cónclave duró cuatro días, con 10 votaciones y una mayoría exigida de 38 votos. Fue elegido Giacomo della Chiesa, con el nombre de Benedicto XV, que siguiendo el movimiento pendular tan frecuente entre un papado y otro, era un reequilibrio liberal y casi de los perdedores del cónclave anterior. Empezó empatado con 12 votos con Maffi, que se fue derrumbando a partir la cuarta votación, momento en que sus adversarios se pasaron a otro cardenal, Serafini. Pero Della Chiesa fue subiendo siempre un poquito, hasta los 38 votos exactos. Fue tan reñido que el llamado partido de la Curia, los cardenales de Roma, exigieron que se verificara que el ganador no había votado por sí mismo, una regla que luego se perdió. Eso se podía hacer porque cada cardenal ponía un símbolo en la papeleta que solo él conocía. Se comprobó que Della Chiesa había votado a otro y fue elegido.

Anuncio de la elección del papa Pío XI.

1922: Pío XI

Fue el cónclave más largo y reñido, cinco días y 14 votaciones. Participaron 53 cardenales (la mayoría necesaria fue de 36 votos), porque a los estadounidenses no les dio tiempo a llegar en barco. Entonces solo se daban 10 días para llegar a Roma. El choque fue, también entonces, entre volver a una Iglesia más conservadora, la de Pío X, o seguir la apertura del papa difunto. Por eso fue una elección que se bloqueó varias veces ―se intentó incluso un papa no italiano, Van Rossum, holandés―, y fue quemando candidatos. De hecho quien ganó al final, Achile Ratti, en el primer escrutinio solo sacó 5 votos, era la cuarta o quinta opción. No subió de ahí en las primeras ocho votaciones, pero a partir de la novena comenzó a ascender. El bloque conservador y de la Curia se opuso al candidato del otro bando, que fue probando varios nombres, hasta que ambos se rindieron y optaron por un tercer hombre. Suele ser la salida de muchos cónclaves. Según las reconstrucciones posteriores, el bando conservador dio su apoyo a Ratti cuando obtuvo la garantía de que el secretario de Estado, el cardenal Pietro Gasparri, candidato del bloque adversario, no seguiría en el cargo. Estas maniobras, en teoría, están prohibidas y acarrean la excomunión. El propio Gasparri, principal perjudicado, aseguró en sus memorias que al menos dos de los grandes tácticos del cónclave incurrieron en ella. Aunque luego siguió ocho años más en el cargo.

El papa Pío XII, rodeado de cardenales, guardias pontificios y su 'cameriere'.

1939: Pío XII

Este cónclave fue el más rápido de la era contemporánea y el más cantado. Solo requirió tres votaciones porque el candidato, el secretario de Estado Eugenio Pacelli, estaba clarísimo y la situación mundial era terrible, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Había sido nuncio en Alemania, había vivido en Estados Unidos y en realidad había llevado el Vaticano en los últimos años de Pío XI, que estaba enfermo. Acudieron a Roma 63 cardenales, que esta vez esperaron 18 días a que llegaran sus compañeros de EE UU, y de este modo fue la primera vez que todos los cardenales existentes pudieron participar en el cónclave. La Curia, a la que pertenecía Pacelli, controlaba el 44% de los votos. Sacó más de 30 votos a la primera, una irrupción imparable, y además sus adversarios estaban divididos. Uno de ellos, el cardenal Maglione, cedió sus votos a Pacelli, y luego fue su secretario de Estado.

El recién elegido papa Juan XXIII imparte la bendición desde el balcón de San Pedro tras el cónclave.

1958: Juan XXIII

Tras un papado largo que marcaba el fin de una época, en un mundo que cambiaba rápidamente, en la Iglesia había desorientación. Se quería un papa de transición, una figura recurrente cuando los cardenales no saben bien por dónde tirar. Es decir, un pontífice que dure poco mientras se aclara el panorama. Para ello, el elegido tiene que ser ya bastante mayor y Angelo Roncalli, que fue elegido con el nombre de Juan XXIII, tenía 77 años. El cónclave duró cuatro días, con 11 votaciones y 51 electores, por lo que la mayoría estaba en 34. El duelo se alargó porque la oposición a Roncalli, el llamado partido romano de la Curia estaba dividida en dos, y no llegó confluir en un solo candidato. Uno de ellos era no europeo, el armenio Pietro Agagianian, que llevaba años en la Curia, pero se dio la paradoja de que los no italianos no querían alguien del Vaticano. Juan XXIII duró, en efecto, solo cinco años, aunque pese a la brevedad de su mandato revolucionó la Iglesia porque convocó el Concilio Vaticano II, un momento decisivo de apertura y actualización de la Iglesia. Fue el primer papa popular y querido del mundo contemporáneo.

Retrato del papa Pablo VI.

1963: Pablo VI

El Concilio Vaticano II quedó a medias cuando murió Juan XXIII, y marcó el cónclave, como ahora, entre los que pretendían avanzar en sus reformas y quienes querían dar marcha atrás. El cónclave fue ya más numeroso, 80 cardenales, con una mayoría exigida de 54 votos. Tuvo el número más bajo de italianos hasta entonces, un 35%. Con seis votaciones, fue muy tenso, había dos bloques que no cedían. Montini, que saldría elegido como Pablo VI, era apoyado por el sector favorable al concilio y tenía como opositores al bando conservador y a la Curia. Tuvo dos rivales en las primeras votaciones, pero uno de ellos trasvasó sus votos hacia él en la tercera votación. Aun así, no llegaba a la mayoría. El cónclave se estancó. Según las reconstrucciones de lo ocurrido, lo desbloqueó una intervención insólita del cardenal Gustavo Testa, amigo personal y colaborador de Juan XXIII, que prácticamente riñó en público por su actitud testaruda a algunos miembros del bando conservador, instándoles a ceder por el bien de la Iglesia. Se creó una situación de cierto barullo, con cruces de reproches. Al final el lío surtió efecto, pero Montini obtuvo una mayoría muy justa.

El papa Juan Pablo I tras el cónclave.

1978: Juan Pablo I

Es el primer cónclave con una participación de más de un centenar de cardenales, 111 (para una mayoría de 75), y fue famoso porque, iniciado el 25 de agosto, se convirtió en un infierno debido al bochorno de Roma. Tanta gente y tanto calor, en un edificio que no estaba preparado para alojar en condiciones a tantas personas ―sus eminencias dormían en catres en torno a la Capilla Sixtina y por los pasillos, con una jarra de agua y pocos baños cerca― fue la razón para que más tarde Juan Pablo II construyera la actual residencia de Santa Marta. Además, estaba prohibido abrir las ventanas, por el estricto secreto del cónclave; sin embargo, un cardenal hasta rompió una ventana para poder respirar.

Empezó con votos muy dispersos y parecía que iba a ser un cónclave largo, pero Albino Luciani, elegido como Juan Pablo I, estuvo entre los más votados desde el principio y rápidamente fue acumulando apoyos a partir del tercer escrutinio, hasta llegar a una mayoría aplastante, de más de un centenar. Aun así, le costó aceptar, según los testimonios y parecía angustiado. Como se sabe, murió 33 días después. Eligió el primer nombre compuesto de un papa, Juan Pablo I, en referencia a que seguiría el camino de sus dos predecesores.

Retrato oficial del papa Juan Pablo II.

1978: Juan Pablo II

En el increíble año de los dos cónclaves, los cardenales se volvieron a encontrar en la Capilla Sixtina en octubre. El cardenal Siri, uno de los más votados en la elección de Juan Pablo I, tuvo su segunda oportunidad y era el gran candidato conservador. Pero tuvo un tropiezo que pasó a la historia y que quizá le costó la elección: dio una entrevista con el pacto de que se publicaría solo cuando los cardenales estuvieran ya en el cónclave, pero se hizo pública el día que entraban y todos pudieron leer con alarma algunas de sus opiniones, demasiado radicales para los electores más moderados. Aun así, el cónclave fue un pulso entre Siri y Benelli, que tenían en torno a 30 votos cada uno. Seguían muchos votos dispersos, entre ellos cinco a un tal Karol Wojtyla, polaco. Tras el cuarto escrutinio, el choque no se resolvía. Siri parecía haber tocado su techo: se quedó a cuatro o cinco votos de la mayoría, pero no logró atraer a nadie más. Esa noche cristalizó la idea de Wojtyla, que creció rápidamente al día siguiente.

El papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, tras ser elegido en el cónclave.

2005: Benedicto XVI

Tras los 27 años de pontificado de Juan Pablo II, con grandes dudas sobre el camino a seguir, el candidato más claro a la sucesión era su mano derecha, el cardenal alemán Joseph Ratzinger, que ofrecía seguridad doctrinal y conocimiento de la Curia. Fue un cónclave rápido, cuatro votaciones, y le surgió como rival el argentino Jorge Mario Bergoglio. Hay divergencias sobre lo que ocurrió, porque el propio Bergoglio, ya siendo papa, contó luego su versión. Dijo que usaron su nombre para bloquear a Ratzinger, pero que detrás había un candidato en la sombra esperando y él no quiso prestarse a la operación. Por esa razón hizo saber que no quería entrar en ese juego e hizo confluir sus votos en Ratzinger. No obstante, otras reconstrucciones apuntan que fue el cardenal Carlo Maria Martini, referente del bando progresista y también jesuita, pero que no tenía buena relación con Bergoglio, el que pasó por las mesas a la hora de la comida para que los votos pasaran a Ratzinger.

El papa Francisco saluda desde el balcón de San Pedro tras su elección el 13 de marzo de 2013.

2013: Francisco

En el último cónclave Bergoglio llegó como favorito, pues lo había sido en el anterior, pero tapado en los días previos en las quinielas. El gran papable de la prensa italiana era el cardenal Angelo Scola, discípulo de Ratzinger, a quien se daba prácticamente por elegido. De hecho, la conferencia episcopal italiana llegó a sacar por error, tras la fumata blanca, un comunicado de felicitación a Scola. Sin embargo, en la primera votación, que revela los apoyos reales tras semanas de fabulaciones, obtuvo unos 25 (frente a unos 12 de Bergoglio) y quedó claro que no tenía el apoyo masivo que se había dado por hecho. Es más, de ahí no subió y los votos se fueron yendo hacia Bergoglio, que fue elegido a la quinta votación.

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